LA COMUNIDAD EN PARIA

Allá por 1992, en el ambiente que tenemos descrito, de ascenso de un nuevo contexto social por la proximidad de una fecha y, ante todo, las transformaciones económicas que se consolidaban desde 1985; el centro cultural buscó establecer nexos concretos con algunas comunidades rurales aledañas a la ciudad. Según criterio de una ex-autoridad, asemejando el trabajo de otra institución, los Masis, para lograr con ello el establecimiento de una institución no gubernamental que realizara un trabajo rural-urbano concordante con nuestros propósitos.


A iniciativa del c. Jorge Sahonero se había conseguido este nexo con la comunidad de Paria, con la que se estableció algún trabajo harto resaltable y donde aquél año el centro fue partícipe de algunos actos donde se realizaron reconocimientos y congratulaciones. Miembros de la institución redactaron en uno de aquellos las actas de los mismos, no sólo de la comunidad que aquél día estableció en las mismas las delimitaciones y colindancias de los terrenos de sus miembros, sino del club de madres que existiera en el pueblo que habíanles solicitado ha aquellos colaboración en ese propósito. Fue entonces que, en un acto de desprendimiento plausible y desinteresado, la comunidad decidió dotar de algún terreno en el pueblo no reclamado por nadie, a la institución, espacio que fuera acaso por lo menos de unos 300 m2 y actitud que fue ratificada por los presentes en reconocimiento a la labor desarrollada por Sartañani, en las mismas actas que estos elaboraron.



Según algunos testimonios, aquellos terrenos ubicados hacia la ladera este del pueblo, hubieran sido los pertenecientes en otro tiempo a las caballerizas de Melgarejo, virtud al tipo de tierra que en ella todavía podía apercibirse. El acto que fue muy emotivo fue constatado en un acta también del centro que, igual que el de la comunidad, fue signado por todos los presentes, excepto por el sub-prefecto que se negó hacerlo, según deducciones posteriores, porque aquél tuviera conciencia plena de su imposibilidad para realizar cualquier acto de disposición patrimonial que no le competiese, pues no se tenía certeza de a quién correspondían aquellos terrenos. Lo que los “sartacos” comprendieron mucho muy luego y hecho ante el que no podían menos que lamentarse.

Lo cierto es que, según los mismos testimonios, aunque la institución no contaba con un derecho propietario legítimo, es decir legal, sobre los terrenos cedidos por la comunidad; es a partir de estas fechas, en virtud al reconocimiento formal que la comunidad tenía de la cesión de aquellos espacios al centro, desde que Sartañani asumió con mayor raigambre su carácter comunitario. Desde cuando comenzó a enfatizar en su carácter orgánico comunitario. Entiéndase comunidad.

No sólo eso, de la misma fecha, y del mismo acontecimiento, en apariencia, data “el chicote” que la institución cuenta entre uno de sus símbolos institucionales. Aquél emblema de autoridad de la institución que, simbolizando toda la trayectoria, costumbres y valores de Sartañani, es transferido desde entonces, de autoridad mayor a autoridad mayor, cada solsticio de invierno; fue entregado de manos de aquellos mismos comunarios a aquellos jóvenes en los que crisparon alguna esperanza y en la que trataron, con esas actitudes, de sembrar algún compromiso.

A este tiempo podemos decir que lo consiguieron...

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