De leve a grave

Advertimos ya, en oportunidad previa, sobre el sesgado discernimiento que algunos miembros de la A.C.F.O. vierten sobre el Carnaval de Oruro, criterios que menoscaban su configuración como la particular manifestación cultural que es y, lo peor, que ahora están siendo plasmados, profundizándose más, en normas institucionales que contradicen el objetivo corporativo de la misma A.C.F.O. y del Carnaval.

Se tiene por establecido, que las vertientes culturales históricas de nuestro Carnaval, son tanto las provenientes de las naciones originarias cuanto la de las europeas. Es la particular complexión, producto de la amalgama histórica de estas culturas, la que le ha dado su actual carácter de patrimonio de la humanidad y es ese hecho el que ha sido reconocido por la UNESCO con el título que ostenta hoy. De ahí que cuando se postulara al Carnaval de Oruro para el reconocimiento del que es objeto, no se dudara en afirmar de él que: “es un proceso cultural que se caracteriza por un alto grado de interculturalidad e intangibilidad que rebasa los 2000 años, se realiza en un espacio cultural que obedece a procesos de acumulación y selección de manifestaciones culturales” que se particulariza por “la ritualidad, la creatividad, la perfectibilidad y la continuidad” y se constituye en “una expresión cultural, popular y tradicional de valor excepcional desde el punto de vista filosófico, histórico, económico, antropológico, lingüístico, etnológico, sociológico, artístico y literario” con “un profundo arraigo en una sociedad de tradición cultural de las comunidades descendientes de las antiguas civilizaciones prehistóricas de los Andes” y que “permite afirmar la identidad cultural de la diversidad de pueblos participantes y constituye un medio privilegiado de acercamiento entre estos pueblos y comunidades deseosos de compartir el acervo de sus antepasados, con respeto por su diferencia y el reconocimiento a las otras manifestaciones espirituales.” (Formulario de Candidatura a la UNESCO)

El carnaval de Oruro, nos dice su justificación oficial, es un espacio “intercultural”, donde confluyen varias culturas, fundamentalmente aquellas devenidas de “las antiguas civilizaciones prehistóricas de los Andes”, que pretende afianzar la identidad de estos pueblos y comunidades, “compartiendo –con respeto– el acervo de sus antepasados”, incluidas sus “manifestaciones espirituales”. Respeto a la ritualidad-espiritualidad de estas manifestaciones culturales para lograr una “interculturalidad”, vale decir, haberse constituido en un espacio que permita hacer posible, en un marco valorativo respetuoso de los caracteres de estas culturas, la vinculación cultural, por tanto, no ya aculturizando, es decir, imponiendo, sino coexistiendo; es la esencia que cardinalmente denota el carnaval de Oruro para haberse acrecido con el título de Patrimonio de la Humanidad. No otra cosa demuestra que, en su seno, se acoja a ”18 especialidades de danza, que provienen de igual número de manifestaciones culturales”; es decir, de 18 contextos diferentes, los más de ellos, ajenos a la geografía orureña.

En este sentido, lo que preocupa es que, con mayor énfasis que en pasados años, se deseche esta característica vital del Carnaval de Oruro y que en su Reglamento 2009 se haya incluido preceptos tales como que los danzarines cuenten una “actitud de advocación mariana”, que los conjuntos realicen su peregrinación precedidos “obligatoriamente por la imagen de la Virgen del Socavón” y que el carnaval sea definido como una festividad, exclusiva, en honor a ella; cuando; lo primero, dado el carácter subjetivo de la pretensión no es susceptible de imponerse, lo segundo; no condice con el respeto por las manifestaciones espirituales que se supone cuenta el carnaval vulnerando el elemental derecho a la libertad de conciencia y de fe de muchos participes del Carnaval y, lo tercero; es una pretendida, por pretendida no menos falaz, imposición histórica y antropológica.

Pero la “advocación” de nuestros directivos llega más allá todavía, en el Reglamento de esta gestión se dieron a elaborar toda una sección para normar Las Veladas de los conjuntos, en las que reconocen (!) un “espacio para la ritualidad ancestral” y hasta una “religión (?) andina” para, acto seguido, soslayar su mentado “respeto a las identidades culturales diferentes” obligando, so pena de Sanción Grave (antes leve), que obligatoriamente, incluso aquellos que no profesan la fe católica y tal vez si lo que nuestros “teóricos” de la A.C.F.O. denominan “religión andina”; deban realizar un “peregrinaje”, “precedidos”, “obligatoriamente”, por la imagen de la Virgen del Socavón, con advocación mariana.

Las consideraciones señaladas desechan el criterio de quienes se enjuagan la boca con zalamerías marianas y se dan ínfulas de normadores, aunque ello no les impida reparar en practicas contrarias a la fe que dicen profesan; empero, el criterio que nos ha animado a escribir este corto artículo dista mucho de sólo referirnos a dobleces, nos importa si, por el contrario, el daño a la integridad teórica que ha logrado el Carnaval y que no puede expresarse si no en el daño a quienes participan de él pero distan de tener los criterios estrechos de “los teóricos” de la A.C.F.O., que pretenden darle al Carnaval un exclusivista carácter mariano, pero que no dudan en realizar k’oas, entregar mesas y, con seguridad, ch’allar (será sólo por chup...?). Como pretendidos organizadores absolutos del carnaval debieran analizar esto, antes que sólo “normar” para salvaguardar intereses particulares e inamovibles, de si mismos y sus allegados, en la A.C.F.O. y en sus mismos conjuntos, donde yacen años y años, eternizados como dirigentes insustituibles, cometiendo “herejías” de esta índole.








Abg. Arnold John Campos Atanacio
EX PDTE. CONJUNTO KHANTUS SARTAÑANI

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