ANATA ANDINA


La primera cosecha da inicio a la celebración de la Anata. En el festejo del nuevo ciclo agrícola se cumplen varios rituales dedicados a la Pachamama, es tiempo de la fertilidad y la naturaleza
La celebración de la Anata se inicia con las primeras cosechas que se cumplen durante febrero, en el jallupacha o tiempo de lluvia. Es un ritual que proviene de la época prehispánica y que está vinculado con la fertilidad, la naturaleza y el ciclo agrícola. Algunos antropólogos afirman que es el tiempo en que se suele mirar con bastante detenimiento cómo crece la cosecha.
En las comunidades se saca una muestra de papa, por ejemplo, para controlar su calidad. También los comunarios acostumbran marcar a los animales pequeños para ver el próximo año si han tenido cría, si han muerto o se han perdido. La tradición de la Anata comienza también con la celebración de la festividad de la Virgen de la Candelaria, que se cumple el 2 de febrero de cada año por la relación entre el calendario agrícola y el católico que fue impuesto durante la Colonia española.
El investigador aymara Simón Yampara considera que la Anata –como expresión y manifestación proveniente de la matriz ancestral milenaria en este período del jallupacha o época de lluvias– es la celebración ritual de convivencia mayor en un ayni de armonización de las energías de la comunidad “ecobiótica” natural de este ciclo de la Pachamama o Madre Tierra, que refleja su máxima expresión de revestimiento, productividad y convivialidad cosmogónica, vestido de un manto de samis o colores de la wiphalas y arco iris mostrando su mayor, regular o menor productividad según sea el año agrícola.
Es una manera de hacer el ayni cosmogónico de emulación de energías espirituales a la materialidad de la producción, en un proceso de realización del paradigma de vida del Suma Qamaña o Vivir Bien en una armonía integral. Yampara considera que el Carnaval obedece a otra matriz civilizatoria colonizadora occidental. Entre las ceremonias rituales se destaca a la q’uwancha, que es una ceremonia realizada con q’uwa, una planta del lago Titicaca, en las chacras y potreros de los agricultores aymaras. Los cultivos de papa, principalmente, son festejados con tarqueadas y adornados con serpentinas y membrillos.
En las chacras se hace una ofrenda o una wajt’a aymara, consistente en una mesa dulce, libaciones de alcohol, incienso y copal dedicados a la Pachamama.
También se cumple el floreo o wayñu, que es la ceremonia conocida como el matrimonio de los animales. A los camélidos y ganado vacuno se les colocan aretes o t’ikachas de colores, además de serpentina para simbolizar su unión.
El tiempo de fertilidad es amenizado con música de tarkas, pinkillos y mohozeños, instrumentos del jallupacha.

Carnaval y su celebración en las urbes

El Carnaval es una fiesta que se celebra casi en todas partes del mundo. Es posible que se haya iniciado en Grecia o Roma hace miles de años. Etimológicamente, el término carnaval viene de dos palabras: carne y levare; es decir, el abandono de placeres de la carne. En italiano, carnevale significa la época durante la que se podía comer carne después de Cuaresma. A diferencia de esta festividad, la Anata tiene su raíz en los pueblos prehispánicos que agradecían por la fertilidad existente en las cosechas. Ambas celebraciones se sincretizaron y se celebran en el país con costumbres muy arraigadas, dependiendo de la región. Algunas costumbres del campo fueron trasladadas a las ciudades, como la ch’alla de los bienes materiales que también se cumple durante la Anata.

Edwin Conde Villarrea: cambio.bo

Música en la Piedra

Los habitantes de las naciones originarias del Abya Yala poseen una forma muy particular de percibir el sonido que se origina en la sensibilidad. Las formas interiores del ser y el sentir, de escuchar y de sonar fueron heredados de las civilizaciones de la época prehispánica para encontrar el equilibrio en el cosmos del ser humano, jaqi-warmi (hombre-mujer).

La reciente producción musical del Centro Cultural Ayllu Chakana, titulada Música en la Piedra, está dedicada a las naciones originarias del Abya Yala, dice el músico Siku Mamani. “Los aymaras, habitantes de las mesetas altiplánicas y montañas cercanas a las nieves eternas donde habitan los Achachilas (antepasados) saben oír en silencio, lo que les permite distinguir las sutiles gamas de sonido de su entorno”, menciona Mamani, quien grabó la obra junto a Pedro Mamani, Ismael Laura, Carlos Machaqa, y René Dávalos. Fueron invitados arsuwinaka qilqiri, amauta Genaro Mamani; qilqanaka arsuri, Elías Condori; y jailiri Agustín Choque.

El disco incluye diez temas de música nativa de la región altiplánica y del lago sagrado, el Titicaca. La isla Kumana, donde se grabó el material musical, junto a otras islas del lago menor, o Wiñay Marka (Pueblo Eterno), posee vestigios de los pueblos antiguos. Con un paisaje incomparable, tiene en las cimas de sus montañas formaciones rocosas naturales que sirvieron para la inspiración de las composiciones del Centro Cultural Ayllu Chakana. En diciembre de 2010, Siku Mamani inauguró la Chakana Kala Uta, un lugar dedicado a la meditación espiritual donde se cuenta con una biblioteca y con música de los pueblos aymaras del lago Titicaca.

Los temas que se grabaron son Suri Sikura, Kusisiña Mamani, Inka Siku, Siku Sikuri, Qina qina, Ch’uta Awicha, Qalluni Pinkillu, Pacha, Wankani Pampa y Fiesta Aymara.

Sobre el título de la obra, Mamani explica que en la época prehispánica en los Andes se elogió a la piedra con diversas expresiones para otorgarle poderes espirituales. También de ella se fabricaron instrumentos musicales. Los habitantes antiguos del altiplano fueron capaces de modelar tenazmente la roca hasta lograr flautas que tuvieron un sonido muy diferente.

“Los pueblos originarios, que están en un estrecho contacto con la naturaleza, poseen una fuerte y marcada percepción de los sonidos, del color, del sabor, de las texturas y de los olores del mundo”, dice Siku Mamani. Añade que actualmente en las urbes se carece de esta capacidad de oír los sonidos, por el estrés y la contaminación auditiva.

Las personas que tengan interés por adquirir el disco pueden comunicarse con Siku Mamani al teléfono celular: 796 60137 o al correo electrónico: aylluchakana@gmail.com.

‘Inka siku’, la danza guerrera

Una de las canciones que se incluye en el disco Música en la Piedra, del Centro Cultural Allyu Chakana, es el Inka Siku, proveniente de la provincia Camacho, con un ritmo guerrero que se remonta a la época prehispánica.

El tema se ejecuta con sikus o zampoñas de tres tamaños: zanka, wallkuna y liku. “La danza guerrera puede ser interpretada a partir de dos hasta 14 músicos.

La tradición dice que esta música sólo debe interpretarse durante la noche”, explica Siku Mamani. Su origen evoca las luchas entre los incas y los españoles. En Tambokusi y Larecaja reaparece esta música durante la fiesta de la Vera Cruz, el 3 de mayo. En la isla Kumana se interpreta entre abril y mayo durante Semana Santa y la fiesta de la Chakana.

Promueven la cultura Yampara como Patrimonio de la Humanidad


Municipios de Tarabuco, Icla, Presto y Yamparaez del departamento de Chuquisaca iniciaron una cruzada para que la UNESCO declare a la cultura Yampara como Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

Las autoridades y organizaciones sociales de los cuatro municipios organizan, para mediados de marzo, una masiva exhibición de la “Pukara” o encuentro de la cultura de los yamparas, con los bailes típicos del Pujllay y los Ayarichis.

“Es un encuentro de baile y alegría para revalorizar nuestra cultura y para que la gente augure un buen presagio de la cosecha de frutos, estamos gestionando que la Ministra de Culturas está presente”, declaró a la red Onda Local, el alcalde de Yamparaez, Braulio Yucra Duarte.

Duarte dijo que en su municipio existen 43 comunidades que mantienen viva la cultura yampara con los tejidos y las artesanías típicas.

La postulación de la cultura yampara ante la UNESCO está siendo elaborada por la Fundación ASUR y se tiene prevista que está lista para el evento.