“LAS OVEJAS DE ACHACACHI”

En su libro “El Dictador Suicida”, Augusto Céspedes ha consignado en su calidad de actor y observador de los días aquellos de lucha contra el régimen de Bautista Saavedra:

La línea de combate contra la “tiranía” se extendió desde la prensa, las aulas estudiantiles y las mansiones de la alta sociedad, hasta las casas de tolerancia, donde se atrincheró la juventud dorada del liberalismo, ahuyentada de las calles por los cholos. Esta juventud peleaba con denuedo, ignorando que su empecinamiento combativo no trascendía a las decisiones del liberal Patiño que, desde París, seguía controlando la parte financiera del nuevo régimen...
Los exponentes de la clase mestiza, hasta entonces subestimados, recibieron en cambio la autoridad que les confirió el caudillo. Recabó en pago su fidelidad, empleándolos en una labor de frenamiento físico de los opositores. “Saavedra gobernó el país a patadas”, diría posteriormente Salamanca a quien aquél hizo ofrecer un recibimiento a tiros en Oruro. El caudillo de la plebe consideraba seguramente cuán peligroso podía ser el crecimiento de las demostraciones callejeras, de aquél tipo “democrático” que estimulaba la “gente bien” y que atraen de pronto a la masa. Por eso las impedía mediante la organización de las “ovejas de Achacachi”, nombre de batalla que surgió cuando la prensa opositora descubrió la clave que se cruzaba entre el prefecto de La Paz y el subprefecto de Achacachi, cada vez que preveía una demostración antisaavedrista. La clave decía: “Envíe 50 ovejas”. Se trataba de rebaños proverbialmente feroces. Desde una ventana del Palacio Legislativo contemplé el modo con que tales ovejas arremetieron contra la primera manifestación liberal, dispersándola a puño limpio y a ladrillazos. En otra oportunidad, en la plaza Venezuela, me tocó, con otros estudiantes, ser perseguido a golpes por una turba de ovejas enardecidas que se presentaron a disolver una manifestación de universitarios contra Saavedra.

Éstos, son párrafos que ilustran, más allá de su contenido anecdótico, una fórmula de profundo contenido político: la utilización de las nacionalidades originarias, so pretexto de su incorporación a un “proceso de reestructuración” gubernamental (ahora se dice de cambio), para proseguir finalidades ajenas que en nada les beneficiaban. Pues, como el entonces universitario Céspedes mismo sostiene: “Nuestra sensibilidad recogía las vibraciones de la opinión de la clase culta y combatía a Saavedra por sus actos políticos. Nunca por sus medidas económicas, sobre cuya trascendencia gozábamos de una ignorancia clásicamente universitaria.” Ignorancia que acaso puede hacerse extensiva a otros sectores de la oposición como del mismo gobierno de entonces y que se develaba por el hecho de que, independientemente de los mandatarios circunstanciales del Palacio Quemado, los destinos del país se regían de acuerdo a los intereses de la rosca minera.

Dada la coyuntura actual, preelectoral, en la que se observa flamear la multicolor whipala, usar ponchos y chulus, incluso a candidatos de la derecha como Reyes Villa; lo menos que se puede exigir de quienes exigen nuestro respaldo a eso abstracto que llaman “proceso de cambio”, es que nos presenten un mínimo de razonamiento crítico sobre lo que con y en dicho proceso se viene logrando o se espera lograr en beneficio del país en general, y de las naciones originarias en particular; pues no a fuerza de repetir con más o menos locuacidad la publicidad de logros reales o imaginarios se han de transformar en realidad ilusiones por ella desmentidas, cuando la situación presente de las naciones originarias es que nada sustancial ha cambiado para ellas, con el mentado proceso de cambio del que se supone son adalides y beneficiarios.

Corresponde pues esclarecer críticamente estas nociones para verificar que acaso el contenido político de la anécdota que transcribimos no se venga repitiendo hoy y los pueblos indígenas, una vez más, incorporen su participación en la historia nacional como “ovejas”. A este esclarecimiento están llamados a coadyuvar quienes se sientan comprometidos con la lucha de las naciones originarias.

Arnold Campos

0 comentarios: